El panorama de Intel en 2025: entre el repunte bursátil y los retos estructurales

El 2025 ha sido un año de movimientos intensos para Intel (INTC), un periodo que, aunque cargado de eventos significativos, no termina de despejar las dudas sobre su futuro a largo plazo. A pesar de la incertidumbre, las acciones de la compañía lograron un repunte impresionante, escalando más del 80% en lo que va del año. Este desempeño permitió que el gigante de los semiconductores superara las ganancias del grupo de las “Siete Magníficas” y de su competidor más cercano, Advanced Micro Devices (AMD), marcando un hito que pocos proyectaban al inicio del calendario.

Inyecciones de capital y un cambio de mando estratégico

Gran parte de este optimismo se debe a una serie de alianzas estratégicas y un cambio de liderazgo que parece haberle devuelto el aliento a Wall Street. La entrada de Lip-Bu Tan como director ejecutivo en marzo, tras la salida de Pat Gelsinger a finales de 2024, fue recibida con buenos ojos. Tan ha traído consigo un tono más moderado, enfocado en el recorte de gastos y el aprovechamiento de su amplia red de contactos en la industria. Además, el respaldo financiero no ha sido menor: Intel recibió inversiones masivas por parte del gobierno de los Estados Unidos, Nvidia y SoftBank, lo que consolidó la idea de que la empresa sigue siendo un actor relevante en el ecosistema tecnológico nacional.

Brian Colello, analista de Morningstar, comentó para Yahoo Finance que la empresa cierra el año con una sensación de optimismo respecto a su capacidad para mantenerse como un fabricante de chips de peso en territorio estadounidense. No obstante, advirtió que aún falta concretar un acuerdo de gran escala en el área de manufactura que realmente establezca a Intel como un líder indiscutible en ese sector, una tarea pendiente que sigue bajo la lupa de los inversionistas.

El peso de la historia y el desafío de la manufactura propia

Para entender el presente de Intel, hay que mirar su legado. La firma es, en esencia, la arquitecta de la revolución digital y de la reputación de Silicon Valley gracias a la creación de los primeros microprocesadores y la arquitectura x86. Gordon Moore, cofundador de la empresa, planteó la Ley de Moore, que rigió el ritmo de la innovación por más de medio siglo. Sin embargo, esa misma tradición de fabricar sus propios chips —mientras el resto de la industria migraba hacia el modelo “fabless” y subcontrataba la producción a gigantes como la taiwanesa TSMC— se convirtió en un arma de doble filo.

Años de decisiones de inversión cuestionables y errores estratégicos dejaron a la división de fabricación de Intel por detrás de TSMC. Esto provocó que sus procesadores para servidores y computadoras personales perdieran competitividad frente a las propuestas de AMD y Arm. Actualmente, el negocio de fundición de Intel sigue operando con pérdidas y necesita desesperadamente captar clientes externos de gran envergadura para alcanzar la escala necesaria que lo haga viable financieramente.

Desempeño reciente en el mercado y proyecciones financieras

En las últimas jornadas, el mercado ha mostrado cierta cautela. Este lunes, las acciones de la compañía retrocedieron un 1.2%, cerrando en aproximadamente 36.37 dólares, con un volumen de negociación significativamente menor al promedio diario. A pesar de este bache momentáneo, los resultados trimestrales más recientes superaron las expectativas de ingresos, alcanzando los 13,650 millones de dólares frente a los 13,100 millones previstos por los analistas. Aun así, el margen neto sigue siendo ajustado, situándose en un 0.37%, con un retorno sobre el capital que todavía se mantiene en cifras negativas.

La visión de los expertos en el sector financiero está dividida. Por un lado, firmas como Benchmark y Tigress han elevado sus objetivos de precio hasta los 50 y 52 dólares respectivamente, otorgando una calificación de “compra”. Por otro lado, el consenso en MarketBeat sugiere una postura de “reducir”, con un precio objetivo de 34.84 dólares. Los riesgos de ejecución, la exposición al mercado chino y lo que algunos llaman una “crisis de identidad” siguen pesando en la balanza frente a la creciente demanda de equipos para la fabricación de chips impulsada por la inteligencia artificial.

El respaldo de los grandes capitales

Un dato que no pasa desapercibido es el renovado interés de los inversionistas institucionales, que ya poseen el 64.53% de las acciones de la empresa. Durante el tercer trimestre, entidades como AIA Group Ltd incrementaron su participación de manera notable, adquiriendo más de 180,000 acciones adicionales. Otros actores, como Strategic Investment Solutions y Allworth Financial, también han reforzado sus posiciones, lo que sugiere que, pese a los problemas de flujo de caja y la agresiva reestructuración, existe una base de capital que confía en que Intel pueda recuperar su antigua gloria bajo esta nueva dirección.